PANELA FEST - PRIMERA EDICIÓN
Un festival alternativo independiente en Latacunga era el sueño loco de muchos, hasta que tres chicos visionarios se atrevieron a hacerlo y nació el Panela Fest que se desarrolló el pasado sábado 9 de septiembre. Fueron cuatro meses de ardua labor, nos cuentan Óscar Morán, César Freire, y el visionario loco Ambateño Roberto Morales quienes organizarón el evento.
Ph: Cristina Cevallos
Esta vez la propuesta fue un concurso de bandas en donde 2 fueron elegidas por el público y 2 escogidas por la organización.
Voy desde el inicio para no perderme lo divertido que es descubrir bandas nuevas y si es en vivo ¡mucho mejor!. El frío ambiente se llenaba de colores, de notas musicales que hacían vibrar a la gente. No solamente latacungueños disfrutamos del Festival más dulce, sino que hay gente de varios rincones del país.
Ph: Cristina Cevallos
Es casi medio día y empiezan a desfilar los asistentes, desde adolescentes y más grandecitos a instalarse en el césped, esperando que el festival dé inicio. La primera banda en subir al escenario fue “José No Existe” de Latacunga con su propuesta experimental de indie polífago. Seguidos por K-zador, banda local incipiente que hicieron calentar motores al público más rockero en el ritual del pogo.
Las siguientes bandas fueron los Tostados de Píllaro con una propuesta electroacústica conjugada con instrumentos andinos y los Inciviles de Baños de Agua Santa que nos petrificaron con su intro que recita “Es mejor reinar en el cielo que servir en el infierno” continúa su set electro - experimental mientras mantienen su anonimato detrás de máscaras hipnotizando con la actuación de la chica del hula-hoop al ritmo de la música.
Ph: Cristina Cevallos Ph: Ovo
La siguiente banda en subir al escenario fue Clan de Surcos con su fusión de ritmos tropicales a inundar el aire con esa buena energía costeña, el público baila, poguea con las canciones más embaladas y pide “una más y no jodemos más” cuando su show está próximo a terminar. Seguimos con los Rampses de Salcedo, agrupación que interpreta ska-reggae manteniendo ese aire tropical a varios miles de metros sobre el nivel del mar, prendiendo a los asistentes que no paraban de llegar. Nos dejan a todos boquiabiertos cuando sube al escenario Hugo Caicedo (Vocalista de Sudakaya) a tocar su nuevo tema “Lo Haré por ti”.
Ph: Robert Bustamante
El Panela sigue y tenemos a Edgar Castellanos y los True en el dulce altar, interpretando temas de la legendaria banda de culto Mamá Vudú y presentando material inédito. Los más grandecitos cantamos a todo pulmón canciones de la vieja escuela alternativa como Radar, Plazma, Inmersión, Incéndialo Todo; mientras armando relajo en un ojo de huracán al ritmo de Violencia, volaban zapatos, chompas y hasta sangraba una nariz; salgo ilesa, jadeando, queriendo más.
Ph: Robert Bustamante
Ahora el turno en escena es de los Valverde, banda latacungueña de reggae que trajo de vuelta la atmósfera cálida, suenan las trompetas y el saxofón que nos hacen volar a todos. En una esquina del escenario intento inmortalizar momentos y emociones en el intercambio recíproco entre músicos y espectadores. Sólo sueña, sueña.
Cae la tarde en Latacunga, el frío ni se hace sentir al ritmo amazónico de percusiones, panteras, pájaros, diablos huma que bajan por la cordillera, soltamos los machetes, las palas y nos ponemos a bailar bajo esa luna llena distante ahuyentando demonios con Mateo Kingman.
Ph: Robert Bustamante
La noche avanza y llegan a ella los quiteños bohemios: Mateo, Franco, Andrés, Álvaro y Jason. Guardarraya suena a Quito, a centro histórico, a pasillo, a nostalgia y desamor; una fusión a la cual denominan “Visceral Urbano Popular Mestizo Alternativa”, el tipo de música que te eriza los nervios y te pone a tripear. De entre la audiencia que ahora es una multitud salen las “medias de Norton” que entraron al festival de polizones mientras suena la Samba Surreal desatando las mágicas electroacústicas ganas de joder en todo el mundo. Cantamos con todo el corazón y la voz desafinada: La Diabla, Mi niño, Niña Felicidad, Hombre cuerdo, Los Arias, me Fascinas hasta que llegamos a 1537 donde Álvaro no canta, sino el público ferviente es quien lo hace, coreado con más sentimiento que el Himno Nacional en una suerte de oración, con los ojos cerrados y desde el fondo del alma. El clímax llega al ritmo de Lero - Lero ¡De Latacunga papá! no quiero que se bajen, porque Guardarraya es de esas bandas que no importa cuántas veces estén sobre una tarima, siempre logran despertar sentimientos encontrados con mis raíces, con lo que soy, de dónde vengo, de esa balurda donde no me ahuevo. Bajan, la multitud pide ¡otra!, La Máquina Camaleón no llega, Guardarraya sube de nuevo al escenario invitando a todos a soñar.
Ph: Robert Bustamante Ph: Cristina Cevallos
Por fin está La Máquina Camaleón sobre la tarima, idolatrados por legiones de chicas hermosas de entre 15 - 20 y más años. Felipe Lizarzaburu, el singular vocalista, mejor conocido como “El Camaleón” nos divierte con sus ocurrencias, parado de cabeza, sintonizando una televisión blanco y negro con perillitas mientras se come una sandía que la comparte con el público. Y huele a vapor la mañana…de repente todos pedimos que liberen a Rodri coreando al unísono ¡Chapas hijueputas! Ahora suena Motora, la histeria se apodera de la multitud cuando Álvaro de Guardarraya sube al escenario; cantamos, bailamos con los ojos cerrados dejando que la música nos recorra por completo. La banda “se embala”, se arma el pogo entre los asistentes, se abre la valla, la multitud se agalopa bajo el escenario, las chicas con su cartel ¡Aguante La Máquina Camaleón! y todos bailamos al ritmo de El Amuleto, Felipe de nuevo se roba el show ahora con una muleta de alguien del público y a través del lente de la cámara puedo ver los beneficios de ser magnético sin saber si eso es amor o es algo mejor. Y estamos todos conectados, cuando el fin del mundo ha desconectado las máquinas él aprendió a ser liviano y se arroja a los brazos del público, se escuchan los gritos de emoción, seguimos cantando entre el público alguien grita ¡déjenlo volver! y estamos conscientes que todo es imperfecto menos bailar este ritmo funky que evoca tanto a Daft Punk como a Tame Impala. Esa noche algunos fuimos magos, serpientes, felices con veneno en los dientes comenzamos a movernos, qué mágico que es que algo invisible tenga ese poder para curar, no ves pero sabes que está.
Ph: Cristina Cevallos
La feria de diseño, el patio de comidas, las cervezas artesanales e industriales en el Panela Fest complementaron esta propuesta innovadora en donde toda esa energía de la música en tu propia tierra sabe bien, se siente bien. Todo esto es gratificante, que los músicos ecuatorianos arrasen con la gente en una especie de “beatlemanía” y que se hayan terminado los días de chiflear a las bandas nacionales para que se bajen y dar lugar a que toquen los “verdaderos músicos” y que ahora, el músico ecuatoriano protagonice su propia historia.
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